domingo, 24 de febrero de 2008

Son paralelos

En ese momento ya no sabía si poner atención a la respuesta o tratar de cubrirme de las gotitas de la extraña tos de Florentino. Sentado en la hamaca, no dejaba de hablar sobreponiéndose a su evidente debilidad. El tema, relativamente críptico y de gran celo, le apasionaba a pesar de que era notorio que la muerte hacía un lento trabajo en sus pulmones.

Varios años atrás, en la comodidad de un sillón, conocí aquel poema de Jorge Luis Borges: “…Sediento de saber lo que Dios sabe, Judá León se dio a permutaciones de letras y a complejas variaciones y al fin pronunció el Nombre que es la Clave. La Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio, sobre un muñeco que con torpes manos labró, para enseñarle los arcanos de las Letras, del Tiempo y del Espacio...”. Luego supe que Borges se había inspirado en una novela de Gustav Meyrink y en los ensayos de Gershom Scholem. Seguí ese camino.

Antes de llegar a aquella aldea en la selva de Quintana Roo, el tema ya lo conocía. Pero sólo entendía la manifestación mítica del gólem. Acá me presentaron y me hablaron de su parecido, de su paralelo: el arux (o alux, según los mayas de Yucatán). Debo decir que utilizo la palabra paralelo sin que se entienda una filiación al paralelismo cultural, menos a las teorías evolucionistas.

El mito es una narración, un texto oral, que explica y muchas veces justifica todo un sistema de creencias de una sociedad. Forma, junto con los rituales, un grupo de valores y normas que son parte importante de cualquier religión particular. En este caso, los mitos del gólem y el arux corresponden al sistema de creencias de la cultura hebrea y maya, respectivamente.

En su novela fantástica, El Gólem, Meyrink escribe: “Y cuando estos extraños hombres que aquí viven semejantes a sombras, entes –no nacidos de madre-, construido su pensamiento y su forma de actuar por retazos sin ninguna selección, cuando pasan por mi espíritu, me siento más inclinado que nunca a creer que los sueños se esconden en oscuras verdades que, al estar despierto, permanecen latentes en mi alma, como impresiones de cuentos en colores.

Vuelve a despertase calladamente en mí la leyenda del Gólem espectral, de este hombre artificial que hace tiempo construyera de materia, aquí en el ghetto, un rabino conocedor de la Cábala quien lo convirtió en un ser autómata y sin pensamiento, al situar tras sus dientes una mágica palabra numérica”.

Para especialistas estructuralistas como Tzvetan Todorov la obra de Meyrink no fue digna de ser incluida en su Introducción a la literatura fantástica: ¨era simplemente una buena tajada de sandía expresionista, sin pepitas¨; era la obra de un hombre apasionado por lo esotérico y lo paranormal.

Para ciertos críticos, lo que realmente intentó el escritor vienés fue diseñar una especie de imagen simbólica del camino de la salvación, utilizando para esto una figura de la leyenda judeocabalística por él recogida y transformada.

Gershom Scholem explica, con lujo de detalles el origen de la creencia en el gólem. En su obra La Cábala y su simbolismo, da como referencia una versión popular recogida por Jakob Grimm, quien junto con su hermano Wilhelm recopilaron historias y cuentos alemanes en el siglo XIX, algunos de ellos son La Caperucita Roja y La Cenicienta.

La versión de Grimm, que luego retomó y modificó Meyrink, dice así: ¨Los judíos polacos modelan, después de recitar ciertas oraciones y de guardar unos días de ayuno, la figura de un hombre de arcilla y cola, y una vez pronunciado el sem hameforás (el nombre divino) maravilloso sobre él, éste ha de cobrar vida. Cierto que no puede hablar, pero entiende bastante lo que se habla o se le ordena. Le dan el nombre de Gólem, y lo emplean como una especie de doméstico para ejecutar toda clase de trabajos caseros. Sin embargo, no debe salir nunca de casa. En su frente se encuentra escrito emet (verdad), va engordando de día en día y se hace en seguida más grande y fuerte que todos los demás habitantes de la casa… De ahí que, por miedo de él, éstos borren la primera letra, de forma que queda sólo met (está muerto), y entonces el muñeco se deshace y se convierte en arcilla…¨.

La idea del gólem nos remite necesariamente a la concepción de Adán, el primer hombre, según los judeocristianos y que en Isaías y el libro de Job hay explicaciones directas al primer hombre de barro. Para los hebreos, en el aggadá rabínica se encuentra la concepción de la creación del hombre. Sin embargo, la traducción literal del hebreo, gólem es lo informe, lo amorfo. Se podría decir que Adán fue el primer gólem y de ahí se extendió en la Tierra.

Para los que estamos familiarizados con el arux, sabemos que igualmente es un ser hecho de barro virgen. Que su rabino constructor es un hmen, un especialista con conocimientos y prácticas muy antiguas. Que su fabricación es lenta y cuidada pues muchos son los días martes y viernes que se invierten. Que cuidadosamente se agregan en su elaboración sangre y carne de paloma, de jaguar, de venado y de otros animales. Que su hechura es por encargo de un campesino que necesite un ayudante en la milpa. Que en reciprocidad a su tarea, el campesino le ofrece alimentos. Que llega a crecer como un niño de cinco años de edad. Que es travieso y celoso guardián. Que nunca puede salir de la milpa e ir al pueblo. Que mucho menos puede ser visto por la mujer del campesino.

Se conoce que el arux es un ser que no comparte los mismos espacios sagrados que Cichelem yum (hermoso Señor), ni de Dios mehenbil (Dios hijo). Tiene cierta convivencia de espacio con los yumtziloob y que ¨reside también en los montículos antiguos (los vestigios arqueológicos). Que anda con alpargatas y sombrero; que tiene su escopeta y su perro…¨ (versión recogida por Alfonso Villa Rojas en Los Elegidos de Dios).

El arux puede ser una reminiscencia del culto a los ídolos de tiempos prehispánicos y que se suma a un mito específico que sigue vigente y es eficaz. Pero es evidente que tiene algunas similitudes con el gólem hebreo, es un paralelo.

Mi anciano amigo Florentino fue el escribano del santuario más importante de Quintana Roo. Era también un hmen reconocido en la región y un campesino que meses atrás abandonó la milpa por la tuberculosis que luego lo mató. Él fue quien me enseñó los secretos del gólem maya. Quien me explicó cada paso y cada creencia.

Aquella húmeda tarde le había preguntado a Florentino cuál era la oración para darle vida al arux, el sem hameforás maya. Él era mi amigo y a pesar de la tos, recitó unas palabras que nunca había escuchado. La Sony las registró. A él lo respeté y lo seguiré respetando en su amistad y en sus confidencias. Tal vez, algún día cuando entre a aquella sinagoga de Varsovia me acordaré de aquellas palabras y sin que nadie las escuche, musitaré esa extraña oración, le volveré a dar vida a la creencia y al recuerdo.

miércoles, 13 de febrero de 2008

No está de más...

No está de más recordar. La premisa principal para el surgimiento del Estado moderno fue la representación política y la legitimación a través de un sistema de elección de los representantes y gobernantes. Desde el siglo XIX se adoptó un sistema republicano y representativo que fuera capaz de contener y hacer valer los intereses de la ciudadanía.

Ni tampoco es para dejar al olvido. En dos años se cumplirá un siglo del inicio de la Revolución Mexicana, evento que marca el inicio de un proceso de representación en México que, supuestamente, dejaba atrás la calidad honorable de los elegibles -en una sociedad donde el leer y escribir era privilegio de unos pocos-, y se fijaba un sistema real de partidos competitivos, en donde los elegibles supuestamente representaban una postura ideológica, un cuerpo coherente de ideas. Parece que esa cualidad del sistema de elección también ha cambiado.

Además del cernimiento ideológico que significó el quiebre en 1989 con el fin de la guerra fría y de la retirada de un contendiente del campo de batalla, en México la larga existencia de un partido de Estado y la dispersión de partidos inoperantes parecía que llegaba a su fin o, por lo menos, mostraba signos de agotamiento. A veinte años, con los cambios en las posiciones de las preferencias en los partidos políticos y con la llegada al poder de nuevos actores, la ausencia de la ideología o la falta de vigencia de ésta, ya es visible. Da la impresión que las luchas ideológicas funcionaban mejor cuando el llamado partido de Estado se mantenía en el poder, luego ya nadie supo que pasó.

Ahora no hay partido de Estado, ni los demás partidos son inoperantes, pero la democracia ha perdido la confrontación de ideas. Al menos eso percibí en el reciente proceso electoral.

El proceso electoral 2007-2008 en Quintana Roo ha terminado. Quedarán por resolverse unos cuantos recursos y juicios en el Tribunal Electoral local y tal vez alguno podría llegar al Tribunal Electoral de la Federación, pero los recursos de nulidad difícilmente prosperarán, a pesar de las inconformidades de algunos partidos. La verdad, no cuento con elementos para imaginar un escenario de nulidad de la elección en el estado, en algún ayuntamiento o en una casilla; de ello sabrán los magistrados.

Fue un proceso electoral del cual se pueden obtener algunas lecturas a partir de los resultados. Primera. Se presenta la ocupación de la mayoría de los asientos en el Congreso local por parte de los diputados del Partido Revolucionario Institucional y la asignación de las restantes curules a los otros partidos. Omito mencionar que en esta elección los priístas recuperaron el control del Poder Legislativo, pues éste nunca lo perdieron, a pesar de estar con desventajas en la XI Legislatura que vive sus últimos días: en condiciones de voto pulverizado, las alianzas y acuerdos les funcionaron bien para sacar puntos de acuerdo. Ahora, con la mayoría absoluta obtenida y sumando los dos votos de sus aliados verde-ecologistas y uno más de cualquier otro diputado, el PRI tendrá las dos terceras partes para intentar modificaciones constitucionales: el escenario parece muy propicio, muy tentador.

Segunda. El gran vencedor en las urnas fue el abstencionismo. Sin embargo, el comportamiento de este fenómeno no fue el mismo en todo el mapa electoral. El promedio estatal de la participación ciudadana fue del 49 %, 8 puntos abajo de la registrada estatalmente en la pasada elección federal. No es ningún consuelo saber que en Lázaro Cárdenas o José Maria Morelos participó el 70 % de los electores, cuando en Benito Juárez y Solidaridad solamente 3 de cada 10 ciudadanos acudieron a las urnas y decidieron quienes serían los gobernantes. Es posible que exista relación con la variable demográfica de la migración, pero definitivamente no son buenas cuentas que permitan traducirse en un factor para que la sociedad incremente su capital cívico. Hay que recordar que un desgaste importante del capital cívico produce factores que, a mediano plazo, abonan a favor del desgobierno y novedosas formas de autoritarismo. La participación electoral es el mejor antídoto en contra de la ingobernabilidad. Esto cualquier sistema o partido político lo sabe.

Tercera. No hay hegemonía. La elección confirma que en el estado existen tendencias y cierta volatilidad electoral. La votación sigue siendo favorable al PRI, pero en algunas regiones como Lázaro Cárdenas u Othón P. Blanco, se comienzan a notar cambios que favorecen al Partido Acción Nacional y, contrariamente, el Partido de la Revolución Democrática pierde terreno. El PRD mantiene presencia en la ribera del Río Hondo, pero en la ciudad de Chetumal se desplomó a pesar de tener como candidato a un conocido hombre de izquierda; lo mismo le sucedió a ese partido en Kantunilkin y en Felipe Carrillo Puerto. La migración de votos del partido que hizo ganar a López Obrador en Quintana Roo hacia el PAN o al PRI, es un asunto que merece mayor análisis. En gran medida, la volatilidad electoral en el partido amarillo se puede atribuir, principalmente, a los conflictos entre los precandidatos y dirigentes de esa institución. Hay que mencionar que también se notó una migración de votos, posiblemente del PRI, hacia el Partido Nueva Alianza, principalmente en los distritos de Othón P. Blanco. En este ultimo caso, el voto y los intereses del Elba Esther Gordillo se harán presentes en el Congreso local.

La victoria obtenida por el PRD en Benito Juárez muestra que escasos 56 mil votantes pueden elegir gobernante para la mitad de la población en el estado. Pero también tenemos que 17 personas podrán tomar decisiones, ya sean beneficiosos para la mayoría o también para un grupo. No podemos ni debemos sorprendernos, pues esas son las instituciones y el sistema político y de partidos que hemos creado: esas son las consecuencias y características de una democracia que no termina de madurar.

No se deben dejar de reconocer victorias y derrotas en la contienda electoral. Tampoco está uno para desanimar la euforia de los ganadores, ni para animar la desilusión de los perdedores. Los buenos jugadores, los contendientes en una lucha, saben que de muchas derrotas pueden nacer victorias, así como una victoria mal cuidada puede transformarse en penosa derrota.

Queda, como tarea, dejar reposar los resultados de la elección reciente para tener una mejor distancia, una mejor perspectiva de la problemática y luego abordar con todo rigor analítico el significado de la abstención y la volatilidad electoral. ¿Será una expresión del desencanto de los ciudadanos con nuestra joven democracia, con los políticos de carne y hueso o con las instituciones? No está de más hacer esa tarea.